Dos poemas
de Juana de Ibarbourou...
La hora
Tómame ahora que aun es temprano
y que llevo dalias nuevas en la mano.
Tómame ahora que aun es sombría
Esta taciturna cabellera mía.
Ahora, que tengo la carne olorosa,
Y los ojos limpios y la piel de rosa.
Ahora, que calza mi planta ligera
La sandalia viva de la primavera.
Ahora, que en mis labios repica la risa.
Como una campana sacudida a prisa.
Después... ¡ah, yo sé
Que ya nada de eso más tarde tendré!
Que entonces inútil será tu deseo
Como ofrenda puesta sobre un mausoleo.
¡Tómame ahora que aun es temprano
Y que tengo rica de nardos la mano!
Una bella variación del Carpe Diem...
...desde la otra orilla del Soneto XXIII de Garcilaso que, seguramente Ibarbourou tenía muy en cuenta, y que termina con eso de...
Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre. Goza cuello, cabello, labio y frente,
Antes que lo que fue en tu edad dorada
Oro, lilio, clavel, cristal luciente,
No sólo en plata o vïola troncada
Se vuelva, mas tú y ello juntamente
En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
o los terribles tercetos del CLXVI de Góngora...
...esa nada que remata el crescendo y que parece extenderse más allá del ancho del último verso
en la página del libro es, para mí, lo mejor y lo más genial del poema.
¡Tómame ahora que aun es temprano...
Juana de Ibarbourou nació el año 1892 en Melo, esa pequeña ciudad cercana a la frontera brasileña en la que ocurre la historia
de esa agridulce película El baño del Papa de César Charlone y Enrique Fernández...
...y aunque a veces pensemos que recién ahora estamos inventando la pólvora y sin olvidarnos de Sor Juana ni de Teresa de Ávila
recordemos que ya a comienzos del siglo XX, con Las lenguas de diamante (1919) y Raíz salvaje (1922), Ibarbourou estaba escribiendo sobre feminismo, sobre la naturaleza, sobre una
independiente sexualidad femenina y sobre un liberador pagano panteísmo. Juana de Ibarbourou murió en Montevideo el año 1979.
Leamos otro poema del libro Las lenguas del diamante.
Implacable
Y te di el olor
De todas mis dalias y nardos en flor.
Y te di el tesoro
De las hondas minas de mis sueños de oro.
Y te di la miel,
Del panal moreno que finge mi piel.
¡Y todo te di!
Y como una fuente generosa y viva para tu alma fui.
Y tú, dios de piedra
Entre cuyas manos ni la yedra medra;
Y tú, dios de hierro,
Ante cuyas plantas velé como un perro,
Desdeñaste el oro, la miel y el olor.
Y ahora retornas, mendigo de amor,
A buscar las dalias, a implorar el oro.
A pedir de nuevo todo aquel tesoro!
Oye, pordiosero:
Ahora que tú quieres es que yo no quiero.
Si el rosal florece,
Es ya para otros que en capullos crece.
Vete, dios de piedra,
Sin fuentes, sin dalias, sin mieles, sin yedra.
Igual que una estatua,
A quien Dios bajara del plinto, por fatua.
¡Vete, dios de hierro,
Que junto a otras plantas se ha tendido el perro.
Saint Paul, abril de 2023