Rumias

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Carmen

Dos poemas de José Agustín Goytisolo.
como Introducción a los de Carmen (Soto Feliú)


José Agustín Goytisolo (1928 – 1999), uno de los tres hermanos Goytisolo escritores (los otros dos son Juan y Luis), fue un poeta de la llamada generación del cincuenta. Además de “El lobito bueno” y numerosos otros, su poema “Palabras para Julia,” un canto a la vida... bella (y dura) tal como es, con amor y con amigos, y lo único que tenemos, ha sido musicalizado por artistas entre los que se encuentran Joan Manuel Serrat, Mercedes Sosa y, especialmente, Paco Ibáñez.

Nombre de mar

La mitad de los días se me fue

pensando en tu retorno. Tenías

que volver.


Nosotros en secreto negábamos tu muerte

como se niega a un dios.

En un rincón del alma

la esperanza sonaba con tu nombre de mar.


Por el sendero por el monte acaso

por las esquinas al caer la venda

de la gallina ciega

en algún sitio...

Tenías que volver.


Yo junto al mismo río

te esperaba en el agua.

XV Nombre de mar
El retorno (1956 – 1986)

Cinco años

Ahora veo el almendro

tembloroso. Las ramas

oreaban el aire

en su entorno. Y allá


la madre; un libro; rotos

pedazos de mi vida

tibias cosas en donde

mi mundo terminaba.


Yo era entonces

muy niño todavía

pero sentí el amor

de lo perecedero.


de lo que pasa y pasa

y se pierde en el tiempo

como pasó aquel día

debajo del almendro.


Cinco años
Claridad (1961 – 1998)

Así escribía José Agustín Goytisolo recordando a su madre muerta de vuelta de ir al mercado un 17 de marzo de 1938 víctima de una bomba fascista (cayó desde un avión italiano enviado por Benito Mussolini para ayudar a su compinche Francisco Franco) en esa guerra larga que culminó con décadas de dictadura amarga, gris, embustera y mezquina.

Yo los recojo aquí ahora cuando recuerdo como todos los días a mi hermana Carmen, muerta ella al anochecer de un cinco de septiembre atravesada por cruel herida en su vientre dulce y fragante; herida traicionera y taimada que nunca pudo, sin embargo, hacerle mella a su corazón cálido, generoso y valiente.

Enfrentada a muerte cierta, a Carmen no se le ocurrió otra cosa sino escribir un poema de amor a Carolina, su bella amada de sonrisa ancha.

Los dioses enamorados le puso por título a este poema; duendes juguetones de las montañas, de los bosques, de los huertos, de las chacras y de las avenidas; de los teatros y de los cafés; de las nubes, de las lluvias, de las tormentas.

Los dioses enamorados

...y los dioses enamorados vivenciaban su encanto

veinticinco horas al día;

inventando el tiempo segundo a segundo;

expandidos como aves transparentes en vuelo sideral.


Ellos,

los dioses enamorados,

no tenían nombre porque lo eran todo:

espacios, aromas, formas, silencio, tiempo, compás.


Sus manos recorrían montañas sinuosas de tierra y de pasto;

sus suspiros eran susurros de tormentas.


Secretos ojos cerrados

viéndolo todo bajo las alas de los ángeles.


Danzando melodías inventadas,

pálpito,

sin estaciones,

porque eran viajeros de esfera en esfera enamorados en existencia.


Dialécticos, lúdicos.


Y siendo parte de su viaje se convirtieron en parto y tuvieron un cuerpo.

Por un micro tiempo se llamaron por nombres de humanos pensamientos.


Amor, se llamaron, los dioses eternos.



No fue un sólo poema.
En esos días del invierno temucano del 97, Carmen escribió más de una docena de poemas formando como legado un ramillete de palabras anticipando su vida futura de hierba, de zorzal y de libélula.
Compartamos dos más.

Yo soy

Ha pasado el tiempo culminante

de mi muerte,

y ahora estoy adormecida,

convalesciente,

en disfrute de los soles y brotes

de los primaverales encantos

del próximo equinoccio.


El invierno implacable

me desnudó otra vez el alma

dejándome como el árbol en espera.


Su regalo:

yo,

mis huesos,

mi piel,

mi sangre

que derramo hacia la tierra en los ciclos de luna.


Sé del lenguaje de las no palabras

y de los ojos secretos escondidos bajo las piedras.

Aquí estoy de nuevo a tu lado

Aquí estoy de nuevo a tu lado

y estaré siempre

como toda la historia acumulada en tu espalda.



Voy a inventar palabras viscerales,

porque las vísceras

son amadas

hasta por los animales;

y frente al espejo

verás sobre tu hombro

una pequeña pelusa de gato.


Te preguntarás si las cosas

marchan correctamente,

si acaso todo estaba aquí ayer,

o si sólo es el reflejo

de la lluvia sobre tus ojos.

Carmen Soto Feliú, 1960 – 1997
Autorretrato



Saint Paul, septiembre de 2023


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