Grosellas

  Hebras narrativas

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Antonio Machado
“A un olmo seco”

Un bar en Malasaña

La noche del 9 de diciembre de 2004, mientras pensaba en su madre, Monche entró a un bar y allí conoció a Julio.

—Julio, encantado.

—Monche, encantada.

—¿Bebes para olvidar?

—Todo lo contrario; para no olvidarme nunca.

—Debes de tener una memoria muy larga.

—Mucho más de lo que te imaginas. ¿Cómo dijiste que te llamabas?



No fue en Chueca como creí al principio, sino en un bar de Malasaña donde Julio y Monche se conocieron la noche del jueves 9 de diciembre de 2004. Monche deambulaba desde hacía horas por las calles del barrio pensando en su madre y en Víctor Illigorri cuando se le ocurrió entrar a ese bar lleno de gente y, sin todavía haberse sentado en la barra, pedir un Belvedere con mucho hielo, seguido enseguida por otro más. Fue Monche la primera en romper el silencio luego de notar que Julio, sentado a dos taburetes de distancia del suyo y mientras la observaba atentamente, había fracasado dos veces en captar la atención del cantinero, demasiado entretenido con un grupo de sus amigos apostados al extremo opuesto del mesón, y llamarlo ella misma con un grito destemplado que el otro no pudo ya pasar por alto.

Julio y Monche hablaron largo esa noche hasta que, ya tarde, les echaron casi a empujones.

—Mmm. Mi madre también era bibliotecaria.

—Seguramente de niña habrás leído mucho.

—Cierto, pero no siempre gracias a ella.

—¿Tuviste otras influencias?

—Al menos dos. Una de ellas, un tal Molina, me enseñó a leer a Machado.

—¿El de «Anoche soñé...»?

—Más bien el de “españolito” y también el del olmo viejo y seco; esos dos se avienen mejor conmigo.

—Eso de «... antes de que te derribe, olmo del Duero... con su hacha el leñador...

—Sí, pero más bien la última parte: eso de... «... quiero anotar en mi memoria la gracia de tu rama verdecida.»

—“Cartera”, no “memoria”.

—Es lo mismo.

—¿Y la otra?

—Y a ti. ¿Quién te influyó a ti?



Caminaron calle abajo hasta llegar a Callao y siguieron luego por la calle de los Bordadores, deteniéndose de tanto en tanto a mirar las estrellas y a un par de gatos callejeros como ellos. Era ya cerca del alba cuando llegaron al piso de Monche. Demasiado cansados para pensar hacer cualquier otra cosa, se durmieron sobre el sofá lleno de libros y de revistas que Julio apartó cuidadosamente antes de tumbarse y rechazar por quinta vez un Ducado.

Cuando Monche, todavía vestida, se despertó pasado el mediodía del viernes, Julio bebía ya un segundo café acomodado a su gusto sentado a la mesa de la cocina mientras hojeaba el libro con fotos y dibujos de osos, de lobos y de rebecos de la Cordillera Cantábrica. Dos de los catorce capítulos estaban firmados por ella.



Aníbal fue detenido por una patrulla de la Fuerza Aérea de Maquehue y hecho desaparecer en enero de 1974, Gustavo fue detenido en marzo de 1974 y estuvo hasta junio de 1976 en campos de prisioneros controlados por el Ejército. Después de pasar casi todo el año 1974 en Temuco Elvira, aconsejada por Begoña Blanco y alentada por Engracia, buscó asilo en Suecia adonde llegó a la ciudad de Umeå en marzo de 1975. Allí, en mayo de 1974, se había asilado también Ramiro.

EF

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Dejemos la hebra de Monche y volvamos a la hebra de Elvira.
Septiembre de 1973: El río Allipén.

Última modificación: 25 de octubre de 2024.



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