Grosellas

You can not repeat experiences.
You go back to a place you have already visited, hoping to live again the joy of your memory. Over and over again you fail, for those experiences never actually existed.
They are just faulty memories; figments of your imagination.
Adda Elyse Alter
Returning to Babylon
—Volviste...
— Claro que sí, nos queremos demasiado...¿o no?
—Mm. Traje una cesta, vino, pollo... chocolate, ¿no quieres que hagamos un pícnic en el Gammliaskogen?

Ramiro y Elvira
Aeropuerto Estocolmo-Arlanda
Domingo, 26 de octubre de 2008

Bulnes con Portales

Dos días antes del Merlot, Elvira se detiene en la esquina donde antes estaba la Círculo.

Temuco, jueves 26 de junio de 2008

A
unque llovía al salir del cementerio luego del entierro de Ernesto, Elvira decidió caminar hasta Bulnes con Portales. Hacía años que no estaba en Temuco —quizás desde la muerte de Engracia, acaecida ocho años antes. No se sorprendía tanto ahora de lo mucho que la ciudad había cambiado desde que era niña. El mausoleo de los españoles, aunque ya casi sin nichos vacíos, continuaba ahí donde siempre, claro; pero ya no quedaba ninguno de los teatros del centro y las verdulerías del Mercado casi todas habían sido reemplazadas por falsos puestos de artesanías falsas destinadas a turistas incautos. Qué decir de las casas de madera de la Avenida Francia o de Avenida Alemania o de Balmaceda. A la Estación ya no llegaban trenes de pasajeros, volviendo así casi inútiles y vacíos los restaurantes que antes los recibían o despedían. Hacía años que “El Paisano” había cerrado. Ya no había niños animando las brasas de los braseros a las orillas de los bordillos de las aceras. Hasta la lluvia le parecía más escasa, raquítica y esquiva.

Tampoco estaba la Calipso; mucho menos la Círculo.

De pie en la esquina de Bulnes con Portales, de pie en ese cronotopo, en ese punto neurálgico, en esa fusión de espacio y tiempo que separaba la ciudad del Mercado, de los chamales y de la ropa barata; de la ciudad de los bancos, de los cafés y de las tiendas de moda; la ciudad mestiza de la ciudad caucásica, Elvira recordó los muchos libros que allí había leído frente a la foto de los campesinos de Tina Modotti. Sonrió al darse cuenta que la Círculo había siempre estado del lado correcto de la calle. Allí, hacia el Cerro. Pensó en Guillermo Eaton y en Nicole Gómez. Nicole, ya de regreso de su exilio en Ottawa, daba de nuevo sus talleres a los chiquillos y chiquillas de la secundaria aunque ya no en la Deutsche Schule, sino en el Camilo Henríquez; pero, Guillermo, ¿dónde estará Guillermo Eaton? ¿En qué fosa oscura y oculta estará Alejandro? ¿En cuál Muriel? ¿Carlo? Dejándose mojar por la lluvia, que por suerte ya amenguaba, se dio cuenta que otra vez lloraba, y se quedó ahí por un largo rato quieta, pensando. Entendió lo que ya desde hacía un tiempo temía, intuía: ya no era suya, era una extraña allí y ya nunca podría recuperar su ciudad; sus recuerdos eran una niebla de fantasmas huidizos que ya no existían.

Sabía desde hacía tiempo que estaba muy a gusto en Olympia, pero sin embargo, en un impulso que la hizo suspirar mientras entraba a paso rápido a la confitería Suiza, tomó dos decisiones que le llevaron mucho sosiego y calma mientras terminaba de servirse su cortado sin nada de azúcar: ese fin de semana visitaría sin anunciarse a Maruja Balsera, y en el otoño, después de pasar el verano boreal en Olympia, regresaría definitivamente a Umeå donde todavía vivía Ramiro.


Merlot amargo.

Turcos, judíos y españoles, el barrio de las calles Manuel Rodríguez y Diego Portales desde Bulnes hacia la Estación: un rizo.

Última modificación: 14 de noviembre de 2022.



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