Abraxas
Santiago, domingo 18 de julio de 1971
¿Qué me duele más?
¿Mi concha humillada o mi ego herido?
La misma mañana en la que me sentía horrible; todavía con resaca.
Todavía con rabia y vergüenza.
En la que ya me había duchado dos veces sin lograr quitarme su asqueroso hedor de encima.
La misma en la que me daba pavor solo pensar tener que verlo en clases mañana.
Begoña me lleva a conocer a su amiga Odilia y me cuenta su historia...
Cierto; mi dolor no es nada comparado con el suyo, nada.
Pero es mi dolor.
Mi dolor de tripas; mi basura en el pecho; mi dolor en la concha.
Vaya que me enseñaste anoche, cabrón.
No supe qué contestarte; no supe qué decirte; ganaste, me hiciste callar.
Vaya que me falta camino por recorrer, hijo de puta.
Gracias a ti, un poco menos ahora, eso sí.
Cabrón, cabrón Canales.
¡Qué imbécil soy!
Peor, soy ingenua.
Ingenua... ¿no fue así como me llamaste... después?
Ramiro.
¿Quisiste consolarme?
Ahí estabas tú, Ramiro de los ojos marrones.
Como si lo supieras, como si lo hubieras adivinado todo en mi cara.
Apenas llegué te acercaste y me diste este otro "barquito de papel" como el de la Círculo hace ya... ¿cuánto tiempo?
¿Qué misterio tienes, Ramiro?
¿Quién hubiera dicho que terminaríamos aquí en Santiago, juntos, en la misma pensión?
Tú, enseñándome poco a poco a mí esa música que te gusta?
The Sage... Abraxas.
Todavía no lo sabes, Ramiro, pero esta tarde caminando desde Bilbao a la Alameda, vi ese póster.
El de esa diosa negra, voluptuosa, mágica.
Entré a la tienda y te compré Abraxas.
Ya tengo tu regalo de cumpleaños.
Del bloc de Elvira
☞ Instante eterno.
Última modificación: 13 de junio de 2022.