En un texto narrativo, la narración y el narrador puede estar más o menos presente o casi desaparecer del todo en novelas como El beso de la mujer araña de Puig o Konfidenz de Dorfman; o, por el contrario, estar abrumadoramente presentes como en Casa de campo de Donoso.
En todas ellas, sin embargo están las notas a pie de página en el texto de Puig, los paréntesis en cursiva en la novela de Dorfman, los dos distintos narradores en El catrín de la fachenda de Lizardi, el Tablero de Instrucciones de Rayuela se puede rastrear al autor implícito.
Sospecho que las razones de Genette y de Bal son variadas y, algunas, más valederas que otras. Sin embargo, la noción de autor implícito me parece una herramienta análitica imprescindible y la considero constantemente en mi trabajo.
Para mí el autor implícito es el agente responsable de la diagramación y, por lo tanto, responsable de una buena parte de la estucturación del texto.
Sin autor implícito diferente del autor de carne y hueso del que es su proyección, pero no su réplica simplemente no hay texto.
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