La Celestina

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v. Se contratan servicios

F
ernando de Rojas no sitúa la acción de su novela en ninguna ciudad o aldea en particular; pero a mí me gusta imaginármela en Toledo. Subiendo y bajando por esas colinas empinadas y al caminar por sus calles estrechas y serperteantes, orilladas por casas y edificios cuyas fachadas permanecen inmutables desde hace siglos, es fácil imaginar pasar por ahí a los traductores del árabe al griego y al latín y al castellano que permitieron a los sabios y a los nuevos comerciantes, como Pleberio, aprender esos números arábigos que hacían infinitamente más fácil sacar las cuentas de los negocios que con los antiguos números romanos.
Es bien posible que el matemático Leonardo de Pisa (1170 - 1250), conocido también como Fibonacci y que popularizó en Europa los números arábigos los haya conocido en algún viaje a Toledo o a través de otros estudiosos que habían visitado la ciudad.

Fácil es también, visitando tantas panaderías y confiterías como las que hay en Toledo, imaginar a esas monjas que descubrieron la fórmula del mazapán. También, pensando ahora en Celestina, es bien posible en Toledo comprender la diferencia sutil entre una bruja y una hechicera; la primera esclava y sierva del demonio lo que la hacía candidata condenada de antemano a terminar sus días en la hoguera, mientras la segunda, salvándose por los pelos, podía siempre alegar que ella solo aprendía esas artes encantatorias para, como un médico, beneficio de sus clientes, sin nunca llegar a ser, como la otra, insistió una vez la misma Celestina, una servidora de Satanás... aunque eso, a los ojos de Pármeno, no la hiciera necesariamente más respetable.

Esa tarde, Calisto y Pármeno estarían entretenidos practicando esgrima cerca de las caballerizas o disfrutando un refrigerio arriba en la terraza cuando Sempronio, acompañado de Celestina, golpeó la puerta.

Pobre Pármeno. Seguramente escuchaba a Calisto queriendo creerle, como esos niños de orfanatorio que saben que han sido recogidos por caridad que no por obligación, esos infelices que siempre temen ser devueltos a la calle según los caprichos o, acaso, el amor, siempre condicional, de sus amos que actuando como padres putativos siempre pueden rescindir sus contratos.

Golpearon a la puerta de nuevo.

Pármeno se equivocaba. A Celestina no le hizo ninguna gracia que Pármeno la llamara «puta vieja». Sin ocultar su disgusto en cuanto el mozo corrió a la habitación de Calisto, Celestina le preguntó a Sempronio:

¡Oh! ¡Cuán desmesurado es el poder y el embrujo del oro y cuánto nubla la pasión al entendimiento! Calisto, enajenado por la fiebre de su deseo insatisfecho, en cuanto estuvo frente a él a la alcahueta Celestina, no vio a la falsa puta vieja de la que le advertía Pármeno, sino a la llave del camino para conseguir los favores de Melibea, como, con tanta astucia, se la describía Sempronio.

Sacó un puñado grande de monedas de oro de una gaveta de su estante y, aunque pequeñas, eran tantas más de las que Sempronio y Celestina habían anticipado que ya antes de recibirlas ella en sus manos, sus corazones latieron a toda prisa, y la astuta y experimentada alcahueta debió hacer un gran esfuerzo para disimular su contento y evitar que el corazón se le saliera por la boca.

Celestina no habrá sido muy leída ni aficionada a leer cada noche a los clásicos, pero su oficio le había enseñado a contestar con gracia a los poderosos usando las palabras y frases que los más necios entre ellos encontraban halagadoras, citando hasta a Aristóteles si eso cabía.

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*Fibonacci es también el creador de la llamada serie de Fibonacci; una serie de números cuya proporción se asemeja a la sección áurea y a la secuencia de volutas o de número de semillas presente en algunas formas de la naturaleza... No es exactamente así, pero de todas formas es divertido. ¿Sabes cuál es el siguiente número en esta serie:?
0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34?